Conocer el movimiento Sketching como estilo de dibujo hace
dos años fue tan revelador como cuando descubrí la técnica de escritura
automática hace algunos más.
Aunque ciertos grupos de Urban Sketching siguen unos
postulados muy concretos, lo que más me interesa aquí es la esencia de la
propuesta. Se trata de dibujar en plan boceto, bosquejo o
apunte, y aplicarlo como una técnica en sí misma. Dibujar in situ,
al natural, dejándote llevar por la imagen o el paisaje que te inspira y eliges
retratar.
Como en la escritura automática, sobreescritura o fluir de
conciencia, uno deja a un lado al censor interior; entre otras cosas, porque no
hay tiempo para atenderle. La acción es lo único que cuenta, y cuanto más
rápida, mejor. No vale pensar, ni detenerse a observar lo que se está haciendo,
y mucho menos, planificar el cómo hacerlo. Se trata de conectar con el lado
derecho del cerebro, y darle salida con total libertad y espontaneidad o, al
menos, la mayor que uno pueda permitirse.
Primer cañón. Desfiladero Gaitanejo.
Lo que más me apasiona de crear es el proceso creativo en
sí mismo. Más que el resultado, la construcción de la obra. El impulso, la
llamada insistente que surge desde ese lugar incierto y profundo que nos lleva
a abrir el ordenador y a teclear con frenesí, o a coger un lápiz, un lienzo y
pinturas, o lo que cada uno prefiera.
Vivir lo que podríamos llamar el arrebato creativo. Conectar con esa fuerza primitiva que es la creación y bailar con
ella es una de las experiencias más excitantes del acto de crear. Al menos, en
mi caso, es cuando más viva me siento. Creación en estado puro.
Rendirse a la experiencia vital de navegar
con el hemisferio derecho del cerebro, disfrutar de esas corrientes de aire, de esos
rápidos, de esos saltos que se generan, permitiendo que la energía circule sin
oponer resistencia.
Segundo cañón. El Tajo de las Palomas. El Valle del Hoyo. Buitres leonados.
Dibujar sin ser meticulosa, dejando que el cuerpo respire y
respirando con el cuerpo. Dibujar como quien canta porque le gusta cantar, sin
detenerse a pensar si lo hace bien o lo hace mal. Lo hace por el placer de hacerlo y ya.
Soy una gran defensora del “sé feliz creando”, del disfrutar mientras sucede, y dejar que suceda de verdad. No siempre es fácil. A veces, nuestra mente genera obstáculos, creencias falsas que, lejos de ayudarnos en el proceso, nos limitan y estancan. El Sketching puede ser un buen recurso para soltarse a dibujar, igual que la escritura automática para ponerse a escribir.
Ya habrá tiempo después de pulir, dar forma, corregir y todo lo demás. Dar paso al hemisferio izquierdo y dejar que actúe con todas sus magníficas funciones y habilidades. Lo que ocurre es que, en muchas ocasiones, el izquierdo se quiere hacer con la hegemonía del proceso creativo desde el principio, y es entonces cuando vamos mal.
Cierto es que en algunas manifestaciones artísticas es más
fácil corregir que en otras. En la escritura, tantas veces como uno quiera (lo
que puede convertirse en un problema, si eres un obsesivo del lenguaje). En el
dibujo es otra cosa. Puedes modificar, cambiar algo, pero si te pasas borrando,
más vale empezar uno nuevo.
Por eso, vuelvo al estilo Sketching, porque
plantea el dibujo manteniendo su naturaleza original, sin interferencias academicistas, sin
necesidad de plantearse grandes retos técnicos ni generar expectativas. Tal
vez, si los sketchers profesionales me leyeran discreparían de lo que pienso.
Tal vez, defenderían su arte como algo que “parece” fácil; pero no lo es. Está claro que no. De hecho, considero que supone un reto mayor que dibujar de forma planificada, requiere mucho coraje y valor. A veces, cuando recorro museos y se exponen junto a las obras pictóricas
consagradas los bosquejos previos que hicieron los artistas, advierto en los
bocetos algo que en cierta medida se pierde en la obra final. Ese trazo puro,
incontaminado. Una suerte de espontaneidad, de fuerza vital y primigenia, que solo en el boceto se capta con todo su esplendor y pureza.
Cada momento tiene su afán, como dice un amigo. Seguiremos dibujando con un “estilo” más estudiado
y analítico cuando lo requieran ciertos planteamientos estéticos; pero también,
seguiremos soltándonos la melena cada vez que surja el impulso, y tengamos el nervio y las ganas
de seguirlo.
Tercer cañón. Desfiladero de los Gaitanes. Puente colgante. Pasarela de salida.