Anoche me acurruqué junto a tu costado, al amparo de mi vacío y mi
miedo.
Es imperfecto el vacío y el miedo, y la búsqueda de tu costado. El vacío atroz de una soledad sonora que retumba y deja ecos. El miedo a no ser capaz de ponerme cara a cara con mi exigente carcelero; a perder las oportunidades, los trenes de la satisfacción
y del éxito de dentro.
Tú veías Caravaggio en la
pantalla del ordenador, ajeno al latido de tu costado; a la piel tibia con olor
dulzón que reconfortaban mi vacío y mi miedo.
Anoche hallé la belleza de mi imperfecto vacío, de mi imperfecto
miedo, de mi imperfecta búsqueda en el calor de tu costado.
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