Esta es la primera
acuarela que hice de Selva. Encontrármela echa un ovillo sobre la pila de
cuadrantes con la ropa de verano recién guardada me pareció una imagen
irresistible.
Adónde irían las largas
tardes rosáceas, los amaneceres naranjas, el olor a salitre y sal, las noches
claras de salamanquesas trepando por los muros, el fresco parterre bajo la
sombra de las glicinias, los pies descalzos y el tazón de gazpacho entre las
manos, los nidos de mirlos, las bolas de papel rodando entre la hierba.
Dormitando sobre una montaña de vivencias estivales, diciendo
adiós a su primer verano en casa. Preparando el corazón, para calentar con toda
su dulzura, la llegada del invierno. Y en eso estamos ahora.