Esta mañana me ha despertado tu
abrazo ¡Qué regalo inesperado! Y tu voz, susurrándome al oído que fuera muy
feliz. Nos hemos quedado así un buen rato, en esa unión poderosa que forma el
abrazo de una madre y una hija, deseándonos cosas bonitas. He sentido ganas de
lo nuevo. Creo que has sido tú, con tu alegría quien me ha contagiado las ganas. Tan a gusto que no quería moverme.
De nuevo, tu voz me
ha impulsado a levantarme, a buscar los colores de la mañana. Con la suavidad
de una agenda en blanco por delante, me he puesto a mis cosas. Hago estiramientos, medito,
recojo casa, desayuno y tu abrazo sigue conmigo. Y esa ilusión de lo
que está por descubrir. Hago recuento. Suelto lo que no quiero, afianzo lo que
amo, sueño con lo por venir.
Entonces me doy cuenta. Es el primer cumpleaños desde que te has ido, donde la alegría se ha hecho dueña. Te siento tan grande y tan cerca que tengo que abrir y cerrar las
manos muchas veces seguidas, para apretar la nada, como tantas veces, apretar
tu ausencia. Y las briznas de impotencia me alcanzan, por no poderte ver con los sentidos primarios, escucharte con mis primarios sentidos, olerte, darte mil besos, mil abrazos, mi te amos… Advierto que es un nuevo llanto, hoy todo es nuevo, el dolor es secundario. Un llanto que moja sin inundar, que permite seguir recordando, silenciosa lluvia que se recibe con una sonrisa.
El Amor ha pasado a un primer
plano. Tu Amor tan grande, que siempre fue mucho más grande, vuelve a ocupar su
lugar.
Tal vez haya sido el despertar
con tus besos y tu alegría. O el trabajo de este corazón en duelo, más repuesto. Pero lo cierto es que hoy el Amor brilla por
encima de todo lo demás. Y lo celebramos juntas. Siento que una vez más vuelvo a nacer, y te agradezco. Que
tu Amor me vuelve a la vida. De nuevo tu Amor, tu
inmenso Amor, me vuelve a la luz.
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