jueves, 25 de marzo de 2021

Bajar a Tierra

 

La tierra sostiene,

la tierra alimenta.

Los elementos en mí

puedo sentirlos desde la tierra.


¿Cómo voy a preferir

vivir en el aire?


No tengo alas,

son pies lo que tengo.

Invirtiendo el deseo de Frida,

son los pies lo que quiero.


Sentirme firme,

serena en tierra.

Con los brazos abiertos,

la cabeza alzada,

el corazón extendido

en todas las direcciones.




Si fuera posible

permanecer en ese estado un instante.

Si fuera posible mantenerlo

varios instantes seguidos,

respirar sin dejar huecos.


¿Por qué es tan difícil respirar hasta el final?

Llenarse de aire, retener, soltar, 

la nada, vuelta a empezar.


¿Por qué cuesta tanto vaciarse por completo?

Liberar, dejar ir, ver marchar.




¿Creemos que perderemos la vida

si nos quedamos por un momento

sin aire dentro?


¿Por qué ese pavor a soltar 

todo rastro de dióxido de carbono

y quedarse junto al silencio brutal

de ese vacío que se genera 

antes de volver a inspirar?


Un silencio que es calma,

espaciosidad.


¿Por qué no se busca más a menudo

si es para el bien de nuestro ser y

sus aspectos?


El aire me conecta con el cuerpo,

me conecta con la materia

que es tierra, que es vida.


Y desde ahí,

todo lo puedo.

De nuevo, el miedo.


Mejor mantener un poco de aire viciado dentro,

no vaya a ser que lo perdamos todo

al vaciarnos por completo.



Y a la vez,

la resistencia de llegar hasta el final,

de alcanzar la máxima capacidad de oxígeno

para transportarlo a cada célula,

a cada tejido.


Renovar el cuerpo,

purificar sus rincones.


¿Miedo a recibir vida?

¿Miedo a la plenitud,

a la satisfacción completa?

Tal vez.


A no tener nada de lo que quejarse,

a que surja otro yo al dejar de hacerlo.

Eso da miedo.


Otro yo desconocido

y sin explorar.


¿Por qué dará eso miedo y

nos atrae al mismo tiempo 

con la fuerza de un imán?


Como la gravedad de la tierra

que tira del cuerpo

nos atrae soltar ese yo insatisfecho.


Buscamos las herramientas para hacerlo,

nos resistimos cuando las encontramos,

de nuevo el vértigo.



Cambio,

impermanencia ,

infinitud,

es lo natural.


Para eso quiero los pies,

y la tierra,

para asentarme en ella

y dejarme ser.


Mostrar lo que soy

a cada momento,

un ser fluctuante.


Observar al miedo

para que no venza, 

sostenida en los brazos

de la madre de todos.


Para qué quiero alas

teniendo yo pies.


Anclarme en tierra

es lo que quiero.




lunes, 8 de marzo de 2021

Reservado el derecho de admisión

 

A todas las mujeres que han sufrido  

o sufren  violencia de género, 

con el deseo de que la vida les brinde la inspiración

 la fuerza necesarias para liberarse de su prisión

 


He cerrado mi jardín para ti.

Renuncio a seguir siendo doliente testigo.




Ya no quiero ver más cómo pisas mis flores,

ni cómo lanzas piedras a los pájaros de mi jardín

y destrozas sus nidos.


Me he vestido con un traje de tulipanes amarillos

para confundirme con el sol

y que no me veas.




 

He vetado mi jardín para ti.

No dejaré que vuelvas a escupir sobre el agua de mi río,

ni que lo enturbies con tus suelas manchadas de lodo.

 

Lo he cerrado por siempre para ti,

para que dejes de tronchar las ramas de los árboles que me dan cobijo,

de arrancar las rosas de mi rosal,

solo porque no puedes refrenar tu impulso de deshojar sus pétalos.

 

No volverá a quebrarse en mi jardín

su silencio con tu ruido.




Por fin respiro a mil años luz de ti,

amparada por la distancia de las estrellas.


La luna es mi centinela,

se cubre de negro y me oculta

y me avisa si te acercas.

 

A partir de ahora,

ya nunca volverás a entrar en mi jardín,

queda reservado el derecho de admisión.